Odio la poesía objetivista
Francisco Garamona

80 pg. / Poesía
ISBN 978-987-3708-21-3
Selecciones Ivan Rosado
Obra en tapa: Mondongo
2016


Algunas obras literarias producen una adicción de sentido inverso: en vez de querer más, uno quiere menos, absolutamente temeroso de que ese elixir se acabe, consciente de que es imposible llamar al dealer, porque esa sustancia no se vende en ninguna parte, y una vez que el libro se termine el mundo será un lugar más triste. Estoy segura de que la poesía de Francisco Garamona debe tener ese efecto en muchas personas… al menos es el que tiene en mí, y leo verso por verso, con una lentitud extática preguntándome de dónde habrá salido el ser que las escribió. ¿Será un dios flotando sobre nuestras cabezas? Porque parece una poesía que nunca rozara el suelo: como un gas informe (igual que la vida), imposible de ser contenido, que siempre se escapa más alto.
Cecilia Pavón

Me cuesta un huevo escribir algo sobre este libro. Redactar acerca de estos poemas es como cagar sobre un cerezo en flor. ¡Qué hijo de recontramilputas es este Garamona, un poetazo, ojo que dije poetazo y no portazo! Encima afirma que son poemas experimentales y que se los dictó por teléfono a una manga de pelotudos amigos suyos. Como que le salieron de chiripa. Puro verso! Estos treintaycinco poemas son de la reconcha de la lora y quien no los lea es un gato gil cagón y recontraputo. No voy a andar diciendo más mierdas en esta contratapa del orto cuando todo está mejor dicho adentro del libro. La obligación de una contratapa es incitar a que miren dentro y compren putos, la tienen adentro a la poesía.
El otro día le mostré estas pelotudeces a uno y me dijo que le gustaba porque yo exhibía mi sana envidia. No existe tal cosa. Solo se puede envidiar enfermizamente. La envidia a un poeta es la peor de las envidias. Porque digamos que envidias un auto o una bici, te compras uno o de última los afanás. Pero la poesía que le brota del alma al artista no la podes tener nunca. Yo a Garamona lo envidio mal. Deseo que se le seque la inspiración (que él dice que no existe) y se me pase toda a mí. Me humillaría si no fuera un gesto lamborghiniano y le chuparía la garompa de genio que tiene.
Y quiero que se den cuenta que cuando cada pedazo de nuestro puto cuerpo, cuando todos nosotros estemos pudriéndonos en la puta tumba habrá ojos húmedos que leerán estos versos todavía.
Roberto Jacoby

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