Cartas 1913 - 1932
Carlos Giambiagi y Atalaya

240 pg. / Correspondencia
ISBN 978-987-3708-94-7
Serie Maravillosa Energía Universal
Obra en tapa: Federico Cantini
Prólogo de Juan Laxagueborde
2021


Giambiagi y Atalaya tenían una voluntad anarquista impenitente, es probable que esta haya sido una de las causas que los unió. Si hay otra, es una mirada común sobre el arte. Compartían el interés por defender un pensamiento sobre las formas, los colores, las perspectivas, los materiales y los contextos de exhibición, así como también sobre el sistema en su conjunto para no caer en su tentación. No eludían, enfrentaban para dar con la autoconciencia, parienta de la lucidez. Eran de lo mejor de su tiempo, van a quedar para siempre en una historia de lo estimulante del arte argentino. Esto es así, paradójicamente así, gracias a que pertenecieron de una manera díscola a la época que les tocó.
Juan Laxagueborde

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Carlos Giambiagi nació en Salto, Uruguay, en 1887. Pintor, grabador, intelectual y obrero de vitreaux. A comienzos de siglo se radicó en Argentina para terminar nacionalizándose en 1942. Fue parte del grupo de jóvenes pintores que se referenciaron con Martín Malharro y del Taller de Canning, colectivo de artistas e intelectuales. En 1915 se fue a San Ignacio, Misiones, con Horacio Quiroga, para terminar de instalarse allí en 1924. Participó asiduamente en Salones. Desarrolló tareas de divulgación, traducción y crítica artística. Junto con Atalaya cofundó las revistas Acción de arte y La campana de palo. Expuso colectivamente en muchas oportunidades e individualmente en Amigos del Arte, Amauta, Viau, Sociedad Hebraica Argentina. Póstumamente en Witcomb, Forma y en el Museo Nacional de Bellas Artesde manera retrospectiva. Participó de la AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores) y colaboró en sus publicaciones. Integró el Consejo de Redacción de los Cuadernos de Cultura. Emilio Ellena lo incorporó a sus ediciones con dos carpetas de grabados. Murió en Buenos Aires en 1965. Años después, gracias a la labor de amigos y familiares, se publicó el libro Reflexiones de un pintor (Stilcograf, Buenos Aires, 1972), compuesto por un conjunto de cartas, anotaciones personales y reflexiones que fueron seleccionadas, reunidas y editadas con el objeto de difundir su pensamiento. Luis Falcini lo recordó como “dueño de un humanismo libertario, enriquecido de precoces aptitudes para las letras y las artes plásticas, de insobornable sentido crítico”.

Atalaya (Alfredo Chiabra Acosta) nació en el Callao, Perú, en 1889. Periodista, escritor y crítico de arte. En su juventud, previo paso por Montevideo donde llegó a vincularse con grupos anarquistas, se radicó en Argentina, comenzando por Rosario. Colaboró con la revista Ideas y Figuras de Alberto Ghiraldo. Fundó y dirigió junto con César Caggiano la revista Bohemia. En un viaje a Inglaterra como secretario del Dr. Lelio Zeno, conoció a Marjorie Eleonor, con quien se casó y tuvo a su hija Marcia. Fue parte del Taller de Canning, colectivo de artistas e intelectuales. Junto con Carlos Giambiagi cofundó las revistas Acción de arte y La campana de palo. Asimismo colaboró con el periódico La Protesta, el suplemento infantil El purrete del Buenos Aires Herald y la revista Alfar de Montevideo. Como indica Patricia Artundo en Atalaya. Actuar desde el arte (Fundación Espigas, 2004), “la polémica y la lucha activa habían estado en la base de todos sus escritos”; Atalaya había asumido para sí el rol de crítico de arte en la misión de dar a conocer y defender la obra de sus amigos, constituyendo para su época una voz de autoridad. Murió prematuramente en 1932, en situación muy precaria y luego de años de enfermedad. Póstumamante, sus pares seleccionaron y ordenaron sus escritos cumpliendo el sueño de Atalaya de publicarlos, precisamente en el volumen Crónicas de arte argentino. 1920-1930 (Manuel Gleiser, Buenos Aires, 1934). Al decir de Álvaro Yunque, “Atalaya hizo cuentos y crítica, tradujo y proyectó. Esto sobre todo: vivió proyectando”.